Canto a Costa Chica (poema de Alvaro Carrillo)

Canto a Costa Chica
(Álvaro Carrillo)

Morena cerrera de cuerpo cenceño y alma cimarrona,costa chica mía, deja que mi estro tripulando ensueños pase al rubicón de hablar tu poesía, tu poesía que es nube y es golpe roqueño, tristeza, jolgorio, paz y rebeldía;deja que lo diga porque soy costeño, porque yo la llevo, costa chica mía.

Te guardan aislada tus grandes montañas, montañas azules, hermanas del cielo hechas con el barro de tu propia entraña pero que estrangulan con maligno celo el esbelto cuello de tu economía, mientras que tus hijos como los atridas se escarnian, se odian y en sus tropelías vierten el alarde de su sangre estéril sobre los redaños de tu geología,
porque tus recuerdos a moloch adoran y porque es tu selva caja de pandora y aún así no mueres, costa chica mía.

No, tú nunca mueres, te protege un suelo te acaricia un mar y te bendice un cielo; un suelo, una agencia de fertilidades y de infinitismos un cielo, un evangelio, que derrama en torno de sus liviandades la verdad divinade tu catecismo; y un mar que es un manto azul, que Dios puso en tu piel morena para que acaricie suavemente el canto de amor con que dice la naturaleza su enamoramiento, su pasión, su pena. 

No, tú nunca mueres porque estás bullente en los cascabeles de tus tradiciones porque hasta el brebaje de tus aguardientes deja gotas bellas para mis canciones para la chilena, que es entre tus sones el arpegio cumbre que bailan los dioses aquí en el olimpo de mis pretensiones.

No, tú nunca mueres, tu pueblo ha surgido de los peñascales como águila brava, como salta un rayo partiendo las brunas nubes fantasmales que alzan los cataclismos en el mes de mayo.

Yo soy de ese pueblo, ingenuo, bravero, yo me rifo todo cuando suelto un gallo y en los jaripeos yo soy el primero que le entra al jaleo jineteando un toro, montando un caballo o arrastrando el vértigo de una vaquilla, en la serpentina de la lechuguilla.

Yo soy de tu pueblo costa, de tu bando como me parece que aún estoy mirando pequeño, doctrino en mis patrios lares, esas perlas grandes, esas ferias chulas con sus juegos danza de los doce pares, la tortuga, el tigre y el feo machomula.

Amo el simulacro de las capitanas y el vertiginoso juego de la iguana, no, no se me olvida de tus fiestas nada, van en mi memoria como hilas trincadas a tu malacate, como rayas de oro que trazara el cohete de un alebrestado toro de petate. 

Oh girón de patria, solitario, arisco, como los jaguares que trepan tus riscos, ya que me dejaste el consentimiento de hablar de tu poesía deja que mi verso sea repique y trino para tu ostracismo, o la cantinela de los pajarillos para tu jauría, o la nebulosa estrella que derrama estrellas para tus abismos.

Y cuando tus hijos ya no sean atridas, cuando tus recuerdos hallen su picota cuando se restañen tus arterias rotas y queden tus grandes montañas vencidas, que este mismo verso metamorfoseado diga el florilegio de un himno sagrado de cuyas estrofas prendan bucles de oro que besen tu frente mientras que el brebaje de tus aguardientes deje notas chulas para mis canciones, para la chilena que es entre tus sones el arpegio cumbre que bailan los dioses, aquí en el Olimpo de mis pretensiones.






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 Canto a Costa Chica - Dueto Blanco y Negro


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